LEONARDO BLANCO
Explorador de parajes indómitos y recolector de materias necias que duermen en el suelo.
Me interesa explorar las diferentes relaciones corporales que se gestan en el entorno creativo en el que habito, a través de la observación, la escucha y el tacto. Caminar es una parte fundamental de mi práctica artística, y desde allí establezco una estrecha conexión con la noción de travesía terrenal.
Desde esta práctica corporal, también recojo aspectos sensibles e inmateriales que dialogan con una serie de gestos plásticos, como la escultura, el video y el performance, con los cuales entretejo narrativas de carácter documental, combinando la revisión histórica con lo autoetnográfico en el territorio de Boyacá.
A lo largo de mi investigación artística, me he preguntado acerca del nacimiento y desarrollo de las tecnologías, oficios y lenguajes creativos en lo agreste del campo. Desde este lugar, establezco un vínculo con los seres vivos que lo habitan y con las materialidades que resuenan en conjunto con este ecosistema.
Por un ecosistema creativo
Aerolito Ovino
Esta obra surge de mi investigación artística “Viaje a la luna con olor a oveja” (2022-2024), inspirada en un reportaje del 8 de julio de 1969 en el periódico EL TIEMPO. En él, Raquel Vivas Rincón, una artesana de Floresta, Boyacá, relató cómo utilizó lana de oveja traída de Güicán de la Sierra y Concepción, Santander, para recubrir el interior del Módulo de Comando del transbordador espacial Apollo 11. Destacó que el interior de la nave “debería oler a oveja”. Esta noción sensible de reconocer el territorio a través del olor de una oveja me llevó a explorar el habitar de las ovejas en Güicán de la Sierra y las tecnologías que estas han desplegado a lo largo del tiempo.
Me vinculé, a través de mi familia y mis antepasados, quienes son oriundos de Güicán de la Sierra, a una red de campesinos ovejeros, travesías y amigos. Este proceso me permitió reconocer el territorio ovino mediante el caminar y la escucha. La travesía hacia el Aerolito implicó caminar dos días hasta la Laguna Grande de los Verdes, un lugar inhóspito de alta montaña donde se encuentran rocas de sal usadas como suplemento mineral para las ovejas y para delimitar su territorio, evitando que se pierdan. Estas piedras, al estar expuestas a la intemperie, adquieren un carácter inmaterial y efímero, ya que se deshacen con la saliva y la lluvia. Me interesa rescatar estas fuerzas creadoras ocultas en la profundidad de la sierra de Güicán y Cocuy. Las ovejas inglesas, traídas desde Europa en 1756, se han vinculado íntimamente al territorio, volviéndose endémicas de la Sierra gracias al ecosistema de páramo y glaciar con el que han convivido durante los últimos 268 años. Este vínculo revela un territorio lleno de significados y procesos que trascienden el tiempo y el espacio.